La evaluación de un proyecto es necesaria para saber: si se han cumplido los objetivos, utilizando qué recursos; y si se hemos producido un impacto. Conseguir objetivos cueste lo que cueste no puede ser la finalidad última, como tampoco realizar el máximo de actividades posibles para justificar la existencia de un equipo de trabajo, ya que, como ya comentamos en la entrada 16: podemos ser muy activos sin conseguir cumplir los objetivos que nos habíamos prefijado (lo cual nos desviaría de nuestros propósitos); o podemos estar destinando demasiados recursos para alcanzar nuestros logros, lo cual puede llegar a agotarnos, destruirnos, “quemarnos”, desmotivarnos. La evaluación nos permite responder a esas preguntas de “si estamos haciendo bien las cosas”, controlando una serie de parámetros que habremos establecido en la fase de diseño y desarrollo de un proyecto, y que nos permiten modificar nuestras acciones si vemos que nos estamos alejando de: los resultados deseados; el contexto analizado; los procesos óptimos de funcionamiento que nos hace ser eficientes; o del impacto o finalidad planteados en nuestros plan o proyecto. Y quiero hacer hincapié en que los parámetros o indicadores de evaluación se deben establecer al inicio de cualquier proyecto, para no caer en la trampa de analizar unos resultados con los que perfectamente podremos justificar nuestras acciones, pero que no serán ni útiles, ni objetivos, ni profesionales, ni consultables, ni valorables, ni debatibles. Al final, lo que queremos, es poder decidir si: continuar o no con los contenidos, objetivos y estrategias establecidos; cambiar el modelo de gestión; e incluso si cambiar de destinatarios. En definitiva: garantizar un proyecto perdurable en el tiempo y asegurar un mínimo impacto a largo plazo. ¿Necesitas ayuda para establecer los parámetros e indicadores que te ayuden a evaluar tu proyecto?