Escucho a Xavier Ferràs en su discurso de apertura del VII Meeting o Encuentro de Directores de Innovación, sentada en la cuarta fila de butacas del Aula Magna de la Facultad de Economía y Empresa de la UB de Barcelona. Magnífico escenario: el de un aula y un edificio que ya forman parte de la historia y el diseño arquitectónico de este país.

El de Ferràs es un discurso provocador, que visualiza la creación artística a través de impresoras 3D capaces de crear un David de Miguel Ángel a base de polvo de mármol mezclado con resinas. Creación que en este caso llamaría copia, ya que se trataría de modelizar y producir con exactitud algo ya existente. El concepto no lo tendría tan claro si se tratara de crear una obra de cero, ya que hasta ahora creía que “ninguna máquina podrá sustituir el proceso creativo”. Eso ahora se contradice con lo que dice Ferràs sobre las Souls Machines: máquinas con inteligencia artificial, inteligencia emocional, y capaces de crear pensamiento creativo. ¿Va a ser eso el fin del artista, o el principio de convivencia de nuevos modelos de artista, de la misma manera que se habla de un futuro inmediato en el que se dice van a convivir hombres, seres biónicos, robots y ciborgs? Me resulta chocante, sobretodo porque acabo de escuchar, hace poco más de una hora, al pintor Antonio López García, en la Escuela Superior de Conservación y Restauración de Bienes Culturales de Catalunya, y he visto sus manos de carne y hueso, tan reales como hasta ahora entendemos el concepto de realidad.

Pero la realidad es cambiante, y ese cambio es el que comporta la Industria 4.0. o Cuarta Revolución Industrial: una revolución marcada por la digitalización de las empresas, algo que no podemos ignorar, incluso en un sector como el de la restauración de bienes culturales. Está claro que, en nuestro caso, debemos tender hacia: una automatización de procesos; una adaptación al uso e implementación de sistemas BIM (Building Information Modeling); y el desarrollo de nuevos materiales que mejoren las técnicas de conservación y restauración, entre otros. Pero Ferràs me lleva ante la siguiente pregunta: ¿las nuevas tecnologías van a introducir un nuevo concepto de restauración? Porque si las técnicas evolucionan, los conceptos evolucionan con ellos, ¿no es cierto? Como bien dice uno de los ponentes al principio de la sesión: la innovación es compleja, cara de implementar, con resultados a largo plazo y de resultados inciertos. O sea, nada tentadora, pero no por ello un concepto que haya que ignorar. Innovar es un reto que hay que incorporar en el proceso de crecimiento de cualquier empresa.

Cualquier empresa debe tender a crecer, aun cuando este crecimiento implique incertidumbre. Lo que me consuela de todo esto es que, a pesar de la incertidumbre, se concluye que innovar sigue implicando a las personas. Porque mientras sigan existiendo personas, deberemos seguir pensando en unas necesidades a cubrir: necesidades físicas. Y si estas cambian, deberemos cambiar con ellas. Si en el sector automovilístico esto se traduce en, por ejemplo, producir menos coches y pensar en nuevos modelos que permiten compartir vehículos, en el sector de la restauración quizás deberemos empezar a plantear nuevos modelos de explotación de edificios que están en desuso.

Lo siguiente positivo que nos transmiten en este Encuentro de Directores de Innovación es que no vamos a estar solos en este proceso: 2018 será el año de aparición de una nueva ISO en la que se marcarán las pautas de implementación de Sistemas de Gestión en la Innovación. Uno de los principios que marca la clave del éxito de una buena Gestión de la Innovación, es que serán necesarios líderes capaces de gestionar la incertidumbre que conlleva este proceso de digitalización de la Industria 4.0: líderes atrevidos y curiosos, con capacidad de gestionar los riesgos. Adaptarse o morir. Habrá que seguir adaptándose a los cambios y encontrar los líderes dispuestos a gestionar este cambio: líderes disruptivos, capaces de pensar “out of the box”. Salgamos pues de nuestras cajas.