Existen múltiples variables externas que pueden afectar un proyecto, pero no por ello debemos de desmotivarnos a la hora de decidir emprenderlo. Al contrario: si las analizamos, podremos saber cómo nos pueden afectar y decidir qué es lo que mejor nos conviene hacer para tirar adelante nuestro plan, nuestro(s) proyecto(s). Podremos, sabiendo de antemano en qué somos fuertes y en qué somos débiles, aprovechar las oportunidades y hacer frente a las amenazas que nos vienen del exterior: porque las variables nos pueden ser favorables y permitirnos ser ambiciosos; o pueden suponer obstáculos que nos obligarán a ser modestos y aplicar políticas de supervivencia que quizás nos permitan esperar a que lleguen mejores momentos para nosotros. Porque las variables no son estáticas, sino dinámicas, y es por ello que debemos analizar cada cierto tiempo todas aquellas variables que nos pueden afectar. El territorio desde el cual decidimos operar nos va a condicionar: ¿cuánto público objetivo podemos alcanzar?; ¿qué hábitos culturales tienen?; ¿qué otros proyectos similares se han puesto en marcha anteriormente y qué resultados han obtenido?; ¿qué oferta falta?; ¿qué políticas culturales nos son favorables?; ¿cuál es el grado de implicación de los estamentos públicos en proyectos de tipo cultural?; ¿existen políticas de subvenciones?; ¿qué condiciones legales nos pueden afectar?; ¿y medioambientales ?. Datos. En esta fase debemos recopilar el máximo de datos y filtrarlos para quedarnos con los que nos interesan. Censos, encuestas, opiniones de expertos, publicaciones existentes, consultas públicas, la observación directa: todo ello nos va a ayudar a saber dónde estamos. Porque no es lo mismo empezar una galería de arte chino en China, que en el barrio de la Barceloneta, o en un pueblo de 20 habitantes de los Pirineos franceses. Todo es posible, pero deberemos adaptar el para quién, el para qué, el cómo.