Tenemos que considerar un proyecto como una guía (ver entrada anterior). Una guía que podemos completar, corregir, adaptar y modificar, como una receta: si tuvimos más éxito cocinando una paella con agua de mar, incorporaremos eso en nuestras futuras recetas. Evaluamos constantemente qué os lo que funciona y lo que no, y el por qué, y dejamos constancia escrita de todo para, por ejemplo: no repetir propuestas o acciones que ya hemos probado y descartado; o para que otro equipo de trabajo pueda retomar el proyecto donde nosotros lo hemos dejado.