Una vez analizadas las oportunidades y amenazas que nos vienen del exterior y los puntos fuertes y débiles de nuestra organización, podremos sintetizarlo en forma de diagnóstico. ¿Para qué, si ya lo tenemos detallado?  Pues porque es un interesante ejercicio con el cual nos aseguraremos que los integrantes del equipo, los que vamos a tirar adelante el proyecto, tenemos la motivación necesaria y vamos en una misma dirección, compartimos un mismo “objetivo madre”, una finalidad. Llegados a este punto, si alguien tiene dudas, mejor que se retire. Y no hay que verlo como una debilidad ni como una traición, todo lo contrario: el trabajo hecho hasta ahora es básico, preciado. Todo este trabajo previo de análisis sirve para justificar la propuesta posterior del proyecto y con él podemos convencer a otros posibles colaboradores, inversores, promotores. El diagnóstico del contexto es pues como una excelente foto de nosotros en bañador, sonrientes, bronceados, a punto de tirarnos al agua, desde la playa de una cala de la cual conocemos hasta el último rincón y en la que hemos dejado la ropa, las chanclas, las toallas, una sombrilla y una nevera portátil llena de comida y bebida. A partir de ahí: ¿qué queremos conseguir? 

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